Conversaciones en el bar de siempre ( parte IV Jesús)

Jesús es un chico de un barrio más bien pobre de la periferia madrileña, con unos ideales forjados a base de cates, definido como agnóstico confundido, por eso de que cree en algo que no sabría como definir, apolítico aunque con ideas políticas que le persiguen desde su niñez y tan fácil como difícil de entender y de tratar.

Pasó una infancia difícil de la que en pocas veces se hace alusión en su vida actual y no porque el pobre viviera privado de necesidades básicas, sino por una incomprensión social de su entorno infantil propia de los adultos mas maliciosos, y  una adolescencia no poco mas traumática llena de dudas y confusiones propias de la edad.

Tuvo su primera relación en torno a los 18 años, el primer amor carnal, ya que tuvo amores platónicos propios de la época pre-dieciochesca, esta relación se rompió gracias a terceros en torno a sus 21 y anduvo perdido por el horizonte desclavándose espinas clavadas en su niñez hasta los 23 o 24, época en la que conoció, como por arte de magia, a una belleza sureña de pelo moreno y ojos grandes y brillantes que le robó el corazón de nuevo durante dos largos y tumultuosos años, en los que como en la mejor de las novelas amorosas hubo de todo, rupturas, venganzas, desconfianzas, celos, cuernos, vueltas a empezar y una dolorosa decepción sentimental producida en una tarde de la primavera de 2006 frente a una de las Catedrales mas bonitas del sur de España.

Entre junio de 2006 y junio de 2007 no  hay mucho que reseñar, varias relaciones esporádicas pasadas por la mente y cuerpo de Jesús sin mucha importancia, pero es en este mes de 2007 cuando nuestro protagonista conoce a  Paula,, una chica castaña de ojos verdes, alta y delgada y tan guapa como difícil y enigmática.

El flechazo fue mutuo y  poco después de conocerse deciden estar juntos, sus vidas eran tan dispares como sus amistades, pero nada les impidió ir avanzando e ir amándose en el silencio de una noche estrellada de agosto.

Pasaron los meses y los años, y los avatares de la vida hacen que Paula deje a Jesús sin apenas analizar los “pros” y los “contras” de su relación y sin saber como se sentiría sin Jesús en su vida. Sencillamente, ella no puede mas y explota.

Jesús queda roto por esa decisión, esperada e inesperada a la vez, y un gran y único sentimiento de tristeza le embriaga todo el cuerpo y no le deja avanzar, de repente ve como todos sus sueños y toda su vida futura desaparece de su vista de nuevo y en su lugar solo hay vacío, un vacío tal que no sabe si podrá llenarlo, él es consciente de que  es cuestión de tiempo, de que todo pasa, y de que volverá a resurgir como ya lo hizo el Ave Fénix de sus cenizas, y como ya lo ha hecho él en alguna otra ocasión, pero  le está costando aceptar todo esto…

Aceptar la pérdida de un ser querido, la soledad no deseada, la distancia de la felicidad, y olvidar, olvidar ese amor tan grande, deshacerse de todos esos sentimiento sin necesidad de odiar, en definitiva,  se siente perdido ante el abismo de la vida.